¡Qué
bien, amor, qué bien!
Todas
las cascadas
que
aprendieron las estrellas a derramar sobre los tilos
vierten
ahora cada mañana su impetuoso suspiro
en las
blancas paredes que derriban rutinas,
para
dejar la casa sembrada de olores
y mi
boca sedosa, abrazando el alivio.
¡Qué
bien, amor, qué noches y qué días más dulces!
1 comentario:
Que precioso. Sobre todo me ha gustado al principio: "Todas las cascadas que aprendieron las estrellas...rutinas,"
Como siempre, tus poemas son maravillosos.
Un saludo.
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