domingo, 29 de marzo de 2020

Señales de Lluvia /II/

Photo by Dr. Paul Wolff & Alfred Tritschler, 1950

/ II /

Cerca de la techumbre donde nos refugiamos hay una pequeña tienda de té que no está muy llena. Esto es normal porque en esta ciudad la casa de té se ha convertido en uno de los destinos para los amantes de la noche.

Quizás una infusión caliente nos pueda acompañar mientras esperamos que la lluvia se detenga.

-"¿Qué tal si vamos allí? Escuché que hay un nuevo tipo de té que se ha puesto de moda", mi volumen aumentó, no por querer insistir, es solo que el sonido de la lluvia es tan ruidoso. Luego, mi voz se encogió nuevamente.
-"Vayamos" la chica asintió.

La joven caminó frente a mí. La seguí por detrás. Su brillante cabello mojado se ve muy hermoso. La bolsa de terciopelo ahora estaba en su hombro izquierdo. Nuestros pasos suenan desacompasados en el chapoteo de los charcos, sorteando oquedades y buscando un camino más seco que no se inunde. 

Al momento estábamos frente a la entrada de la tienda. Los edificios circundantes eran dos veces más altos que la taberna.  Sin pensarlo, entramos y sonó una campana que indicaba la llegada de un cliente.

Dentro, solo hay unas pocas personas parecen parejas que intiman y disfrutan conversando. La expresión de sus caras implica gratitud por la lluvia. Tal vez debido a ella, podrían pasar un poco de tiempo con alguien que aman.

Pedimos dos vasos de té inglés tibio para simplemente calentar el cuerpo que estaba frío por el aguacero, mientras que por la ventana golpean unas ramas tras los ateridos cristales. Parece que el viento se ha unido a la danza, junto a las gotas de lluvia que caen simultáneamente. La joven sorbió lentamente. Sus manos, que temblaban de frío, ahora parecen calmadas y aparentan un color más rosado quizás por el calor (el líquido caliente ha debido penetrar en su torrente sanguíneo)

-"Oiga, ¿puedo saber su nombre, señor?" preguntó mientras inspeccionaba mi rostro mojado.
-"Oh sí, cómo no. Lo siento, olvidé presentarme. Solo llámame Tomás", respondí, ajustando mi asiento.
-"Mi nombre es Ada", dijo, tendiéndome la mano en señal de presentarse. Sus manos son pequeñas, y su piel resulta suave y cálida entre la mía.

Iniciamos un desordenado diálogo, mientras la lluvia afuera nunca toma descanso. Las nubes empeoran y el viento sopla aún más a ciegas.

Sin embargo, nosotros encontramos aquella cálida casa de té.

Después de un buen rato, nos quedamos sin asignaturas de las qué tratar. La joven volvió a quedarse en silencio y yo también. Nuevamente, la atmósfera se hizo extraña para los dos. Veo afuera, tras el vidrio de la ventana, que la lluvia está empeorando. El estruendoso rugido sacudió el cristal de la taberna. Tengo muchas ganas de volver a hablar con Ada y quizás la lluvia podría ser un recurrente motivo.


Después de un tiempo, en el que ambos perdíamos la mirada en  la carretera mojada, me aventuré a conectar la conversación.

-"Ahora recuerdo ¿dijiste que la lluvia era cruel? ¿Por qué es así?  La observé frente a la ventana  mientras mis ojos trataban de no separarse de los de ella.

-"La lluvia una vez me quitó a alguien. Hace unos años, un hombre me dijo que yo era como la lluvia que calma los ojos de cualquiera que los mire. 
Realmente me encantó la lluvia en ese momento. 
Pero después de un tiempo, se fue a alguna parte. Tal vez ha encontrado una lluvia más relajante para él que para mí. 
Después de eso,  ya no me gusta la lluvia ". 

Apartó la cara de la ventana y luego me miró. 

Se ve triste. Sus ojos vidriosos, ahora llenos de lágrimas, mostraban un gran anhelo por alguien.


/AnA GaLinDo/ marzo 2020






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