sábado, 18 de abril de 2020

Señales de Lluvia /IV/



/IV/

Comenzamos a caminar uno al lado del otro. Estoy a la izquierda de Ada. Su altura no coincide con mi estatura. Ella es tan alta como mi hombro. Nuestras ropas se han secado juntas.

Ahora, casi a cada paso que damos, salen gorriones de sus nidos celebrando que la lluvia se ha tomado un descanso. Sin buscar el motivo, dirigimos nuestra atención sobre  ellos, y comienzan a ser el centro de nuestra conversación .

"¡Mira los pájaros, Tomás! Están muy contentos de que la lluvia haya parado". La mano de Ada se levantó tan alto como mis ojos, señalando a los gorriones.

"Sí, Ada. Están realmente felices de ver que el aire ya ha recogido la cortina de agua y pueden volar a su antojo", respondí de acuerdo con la declaración de ella.

No satisfecha con mi respuesta, Ada preguntó de nuevo. Ahora sus manos ya no apuntan a los pájaros.

"Entonces..., ¿ellos habrán amado alguna vez alguna vez  la lluvia como nosotros?"
Su vista, entonces, permaneció en blanco mirando hacia adelante. Me pregunto qué estará pensando.

"Probablemente tengas razón. Durante la estación seca, por ejemplo, deben echarla de menos. ¡Todos los que viven deben necesitar lluvia, Ada! Tal vez los pájaros se parezcan a la persona que aún estamos esperando, que solo necesitaron un momento de lluvia. Y cuando ya se termina, se alejarán los más posible y la odiarán".

"Cierto Tomás, tal vez simplemente solo es un querer pasajero, como para mirar poco tiempo, pero no la desean como nosotros. Es como el amor del río a los campos sinceros ".

Ada, asiente en silencio; parece estar de acuerdo conmigo.


"Bueno, casi hemos llegado hasta la oficina de correos. ¿Quieres enviarle una carta a alguien?" Le pregunté, mientras ella seguía observando ensimismada a los pájaros.

"Todos los fines de semana envío una carta al mar. Lo sé, otras personas piensan que estoy un poco loca porque envío cartas al mar. En ellas pido que me devuelva a alguien que realmente me amó"  La respuesta de Ada me sorprendió. Realmente es una mujer a la que no puedo adivinar, y eso me resulta desconcertante.

Sin darnos cuenta, hemos llegado a la intersección donde se encuentra la oficina de correos. En frente de la puerta de entrada hay un buzón bastante grande. El color es verde negruzco. Su altura es casi igual a la estatura de Ada y tiene cuatro agujeros rectangulares en cada lado. Ella aligera el paso señalándolo.

"Ten cuidado. El camino está húmedo y te puedes deslizar". La seguí, pero ignoraba mis palabras. Todavía corría sin temor a resbalarse, a pesar de los charcos y lo inaprensible del suelo.

Sacó un sobre preparado de su bolsa de terciopelo negro, y antes de ponerlo en uno de los agujeros rectangulares,  siniestros huecos de ojos, cerró el puño. Parece que comenzara a orar  para que el mar respondiera a todas las cartas que sigue enviando.
Me quedo detrás de ella, intentando descifrar cada uno de sus gestos, el dibujo que forma su boca, y el arco descendente que trazan sus ojos herméticos. Siento de cerca su súplica, y espero que termine de orar.  Deja caer el sobre blanco por el vacío de aquella oscura abertura.

"Ojalá el mar responda a mi carta a su manera. Tal vez no lo haga por escrito, pero estoy segura de que mis palabras caerán en sus aguas . Y quizás mediante la influencia de la lluvia, los cielos determinen acercar hasta mí  a aquel que realmente pudo amarme, y no se quedó,  dejando tan solo su paso  como casual aguacero ". Las palabras de Ada me calan hasta lo más hondo. Son verdaderamente estremecedoras.

¿Podría ser que la persona enviada por los cielos para amarla fuera yo?

Volvimos despacio a casa por el mismo camino que habíamos recorrido juntos. Ahora no hay pájaros deambulando. Un arco iris adorna el cielo de la ciudad. El naranja violáceo del anochecer cierra hoy un buen día,  en un mes cuyo pronóstico señalaba como tormentoso y torrencial.



/AnA GaLinDo/ abril 2020



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